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¿Hechos o artificios? Los documentales de ciencia en el siglo XX

La historia de los documentales científicos revela las fuertes y cambiantes interacciones entre la ciencia y el cine

El cine es una tecnología que permite producir y circular saberes de ciencia en la esfera pública. Convierte la producción de conocimiento en un actividad grupal en el que participan personal científico, cineastas y público en general, dentro de un proceso complejo en el que productor, texto y receptor cooperan en una empresa colectiva de construcción de significados. Esta perspectiva pone de manifiesto la capacidad del cine para cuestionar la autoridad social de las ciencias y de sus practicantes. Desde los primeros tiempos del cine, este rasgo ha sido fundamental en los debates sobre el valor epistémico del medio cinematográfico y su relación con la ciencia. 

Así lo afirma un artículo de Jean-Baptiste Gouyon, un comunicador-historiador que ha revisado la literatura reciente acerca de las relaciones entre cine y ciencia, desde su origen en las últimas décadas del siglo XIX hasta la década de 1960. Se trata de un tema de creciente interés entre especialistas de historia de la ciencia y de historia del cine. Los estudios disponibles muestran la íntima conexión entre la primera cinematografía y las investigaciones científicas en el paso del siglo XIX al XX. Durante la primera mitad del siglo XX, la realización de películas pasó de ser una tecnología al servicio de la ciencia a ser un socio igualitario, que permitía reflexionar respecto a la ciencia y su papel social. En esta evolución fueron decisivos los cambios en los medios materiales de la realización de películas y, en general, todo lo referente al proceso de producción cinematográfica. Aunque las películas contienen representaciones públicas del conocimiento producido por los profesionales de la ciencia, se trata de producciones híbridas, cuya naturaleza epistémica está tan determinada por su temática como por el medio. Se puede decir que funcionan según reglas y convenciones definidas fuera del espacio cultural de la ciencia, dentro de entornos profesionales peculiares cuyos participantes mantienen activamente su autonomía e identidad, sobre las que se sostiene su capacidad para hacer películas.

Para explorar las cambiantes relaciones entre cine y ciencia, la revisión de Gouyon se centra en un grupo particular de obras: los documentales. Se trata de un género difícil de definir, cuyo rasgo más característico es la mezcla de hechos y artificios, la unión de ficción y realidad, la combinación de ciencia y arte sin solución de continuidad. Sostiene Gouyon que está naturaleza híbrida del documental es clave para entender su relación con la actividad científica. Tal y como se ha dicho, en los primeros años del cine, a finales del siglo XIX, la conexión entre ciencia, medicina y cine era muy fuerte, en parte por su conexión con la cronofotografía empleada en muchos campos científicos y médicos para establecer registros del movimiento. Aunque el primer cine del principios del siglo XX estuvo centrado en el entretenimiento, hubo también una gran cantidad de “científicos-cineastas” que mantuvieron la fuerte conexión entre ciencia y cine. Entre ellos se encuentran personajes como Jean Comandon, Jean Perrin o Jean Painlevé en Francia; Percy Smith, Cherry Kearton y Francis Martin Duncan en Inglaterra; o Guillermo Fernández López Zúñiga en España y Roberto Omegna en Italia, todos ellos ejemplos europeos de “cine-scientist”. Mientras elaboraban sus producciones para el gran público, también trabajaron en películas de corta duración para la comunidad científica como, por ejemplo, documentales de espacios naturales, el crecimiento de plantas exóticas o la vida de seres microscópicos. Sus obras también dialogaron con películas de ficción y entretenimiento. En la famosa película surrealista “L’Age d’Or” (1930), Luis Buñuel empleó fragmentos del documental Le Scorpion Languedocien, una película realizada por la compañía francesa “Éclair” en 1913, dentro de su serie “Scientia”, en la que figuraban muchos otros documentales. Buñuel redujo este documental de seis minutos a una secuencia de dos minutos, condensando el relato de la película sobre la anatomía y el comportamiento del conocido artrópodo mediante la selección de imágenes evocadoras y títulos intercalados con textos alusivos, de modo que adaptó las imágenes naturalistas a sus objetivos creativos.

Fragmentos del documental Le Scorpion Languedocien, empleados por Luis Buñuel en 1930

Junto con la investigación y el entretenimiento, los primeros documentales sirvieron también para campañas de extensión agrícola o de salud pública, así como para intereses publicitarios y comerciales. Estas cuestiones han sido debatidas en unas jornadas celebradas en el Institut Interuniversitari López Piñero. Estuvieron dedicadas a la relación entre cine y ciencia y contaron con la participación de Jean-Baptiste Gouyon con una ponencia dedicada a los documentales de la naturaleza en Gran Bretaña durante la segunda mitad del siglo XX.

Otro de los participantes fue Christian Bonah, profesor de historia de la medicina y coordinador de la bases de datos de documentales médicos medfilms. Su intervención tenía por título “Si es Bueno, es Bayer”, en referencia a un eslogan de la industria farmacéutica que se popularizó en el siglo XX. Se centró en la comunicación audiovisual como una de las estrategias de promoción del gigante farmacéutico alemán Bayer desde los años 20, cuando la corporación se asumió  el concepto de Wertwerbung,  iteralmente “publicidad de valor”. Las películas promocionales de educación para la salud participaron intensamente en la construcción del nombre, la marca y la imagen de la empresa. La construcción de la confianza del consumidor en una empresa y su nombre era esencial en una época en la que industria Bayer había perdido muchas de sus patentes de medicamentos tras la Primera Guerra Mundial. La empresa estableció su propia productora independiente con una unidad de planificación y producción de películas, y desarrolló y operó en la década de 1930 camiones de películas sonoras de Bayer que recorrían zonas remotas de Alemania, Europa y todo el mundo para proyectar películas públicas. Bonah revisó la historia de la unidad de producción cinematográfica de Bayer y su producción de películas para un mercado mundial en las décadas de 1920 y 1930. Esta estrategia corporativa sirvió para promover al mismo tiempo la educación sanitaria, la ciencia y la industria alemanas y la marca de la empresa que producía las películas. Se revisaron así obras como In the service of humanity (W. Ruttmann,1938), In einer Stunde um die Welt (J. Pinschewer, 1931) o Malaria (Kayser,1934).

“Si es Bayer, es Bueno”. Conferencia de C. Bonah

Las conclusiones de Bonah se pueden complementar con otros trabajos acerca de los documentales médicos de la primera mitad del siglo XX, tales como los dedicados a la lucha contra la sífilis y otras enfermedades venéreas. También en este campo hubo una temprana producción de documentales especializados, como por ejemplo el documental de unos tres minutos de duración, titulado Spirochaeta Pallida  realizado en otoño de 1908 por el microbiológo Jean Comandon (1877-1970) como parte de sus tesis doctoral. Se realizó mediante un aparato que combinaba el ultramicroscopio con la cámara cinematográfica que fue financiado por el empresario cinematográfico Charles Pathé. Con el fin de que las muestras biológicas no murieran a causa del calor de la luz de la cámara, el aparato constaba de componentes protectores, como cortinillas y sistemas de enfriamiento.

Otro grupo de documentales médicos sobre la sífilis estuvieron dirigidos al gran público. Un estudio reciente, realizado por Paula Arantzazu Ruiz, muestra que el entramado de discursos dominantes acerca de la salud y la sexualidad, entremezclados con ingredientes de la moral dominante. Una de estas películas tiene el significativo título de “La terrible lección” y fue dirigida en 1927 por Fernando Delgado para el Comité Ejecutivo Antivenéreo en España. Se pueden encontrar más detalles en este capítulo de “saberes en acción“.

Spirochaeta Pallida, documental de 1908, realizado por el microbiológo Jean Comandon (1877-1970)

En la primera mitad del siglo XX, otro importante grupo de documentales estuvieron destinados a la agricultura, en muchos casos con el objetivo de promocionar nuevas tecnologías agrarias: semillas, tractores, fertilizantes y plaguicidas, entre otras cuestiones. En España se creó en los años 1930 un servicio de cinematografía agraria que fue reestructurado en los primeros años del franquismo y sirvió para promover diversas campañas de extensión agraria, con las que se vehiculaba también elementos ideológicos del nacionalcatolicismo respecto a la familia tradicional, la vida rural y el orden social.


Un personaje clave fue Francisco González de la Riva (1885-1967), marqués de Villa Alcázar. Estudió ingeniería agronómica antes de viajar a Estados Unidos y conocer en California los inicios de la industria cinematográfica. Cuando volvió a España en 1933 fue nombrado jefe de la Sección de Publicidad y Publicaciones del Instituto de Reforma Agraria, desde dónde comenzaría su larga producción cinematográfica. En 1936 dirigió “Los yunteros de Extremadura” donde mostró las penosas condiciones de vida de los trabajadores del campo, con críticas hacia los modos de explotación y reparto de la tierra que consideraba causantes de la miseria. Era un documental que en cierto modo dialogaba con otro mucho más famoso: “Las Hurdes/Tierra Sin Pan” de Luis Buñuel.

La mayor parte las más de setenta películas de Francisco González de la Riva fueron realizadas en las dos décadas iniciales del franquismo, un régimen con el que se identificó desde los inicios de la Guerra Civil. Fue nombrado jefe del servicio de cinematografía del Ministerio de Agricultura en 1940 y pudo así desarrollar su creatividad cinematográfica. Sus documentales de la posguerra se caracterizan por la fuerte presencia de valores propios del nacionalcatolicismo, tales como la familia patriarcal, la religión católica y el patriotismo exaltado. Empleó la parábola como recurso didáctico principal, con frecuentes analogías entre actividades agropecuarias y aspectos de la vida cotidiana. Empleó muchos recursos cinematográficos: gráficos y dibujos animados, la voz del narrador como elemento director del relato, una banda sonora repleta de música clásica y temas populares. Trataba de hacer sus obras atractivas para su público mediante un discurso de corte popular, sin tecnicismo, repleto de chascarrillos, chistes y episodios de humor.

“El escarabajo de la patata” (1945), uno de los documentales realizado por el marqués de Villa Alcázar, con la colaboración del ingeniero agrónomo Miguel Belloch.

Estos ejemplos muestran el carácter complejo de los documentales científicos, agrarios y médicos de la primera mitad del siglo XX. Estas obras persiguieron una gran variedad de objetivos, desde el puro entretenimiento hasta la investigación especializada, sin olvidar la publicidad o los fines de las campañas sanitarias o de extensión agraria. Fueron dirigidos a una gran variedad de públicos, más o menos especializados o generales, cuyas repuestas también fueron diversas. Finalmente, también se debe considerar que los lenguajes cinematográficos empleados como las tecnologías fílmicas variaron a lo largo de estos años, abriendo nuevas posibilidades para la creatividad de los equipos productores, formados por personal académico y creadores fílmicos, junto con productores y otros protagonistas de la naciente industria cinematográfica. Esta diversidad de factores, junto con otros que surgirán en la segunda mitad del siglo XX, permiten aproximarse a los debates acerca el valor del medio cinematográfico en su relación con la ciencia, tal y como señalaba Jean-Baptiste Gouyon en el artículo mencionado al principio.

Todas estas circunstancias cambiarón en la segunda mitad del siglo XX, entre otras cuestiones por la llegada de la televisión, la mayor profesionalización de la ciencia y la consolidación de una industria cinematográfica dirigida a un público todavía más amplio. En su conferencia dentro del ciclo antes señalado, Gouyon repasó la aparición de una cultura profesional del cine naturalista en Gran Bretaña en la década de 1960 que vino acompañada con una redefinición del valor respectivo del artificio y la ficción en la producción de representaciones fiables de los rasgos de la vida natural. Al principio, cuando la filmación de la vida silvestre era realizada principalmente por amateurs de la historia natural amateur, las muestras de no intervención del artista, combinadas con expresiones de autosuficiencia explicativa de la naturaleza, se consideraban garantías de fiabilidad para obtener la credibilidad necesaria entre el público. Pero una vez que se desarrolló profesionalmente la filmación de la naturaleza como parte del espacio cultural de la ciencia, las muestras de intervención de los creadores, así como de un hábil uso del artificio, se convirtieron en pruebas convincentes de fiabilidad y un sello de calidad para las producciones cinematográficas acerca de la naturaleza.

Esta característica tensión entre ficción y artificio que marca la doble naturaleza de los documentales es, como se ha visto, un producto de las circunstancias cambiantes de productores, públicos, tecnologías y lenguajes, también en la actualidad, si bien de una forma muy diferente a los casos antes analizados. Los documentales científicos actuales se dirigen también a una variedad de públicos, con propósitos divulgativos, publicitarios, educativos o de investigación. Presentan rasgos diferentes según se dirijan a especialistas en el área implicada o a otras personas de la comunidad académica, a futuros estudiantes de ciencias o otros niveles educativos, al público en general o a grupos profesionales particulares. El documental ha experimentado un crecimiento enorme con la llegada de las nuevas plataformas digitales y los recursos que permiten realizar documentos audiovisuales a un grupo amplio de personas, sin más herramienta que sus teléfonos móviles. Estos cambios, que han conducido a nuevas formas del documental y un nuevo papel en antiguos y nuevos ámbitos, se pueden revisar en la entrevista realizada por el canal youtube History of Science a otro especialista en documentales científicos, Bienvenido León, profesor titular de Periodismo Científico y Producción televisiva en la Universidad de Navarra.

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